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Hay talleres de costura familiar en Villa Lugano, Villa Soldati y la 1.11.14

 

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Con el apoyo de la fundación Mediapila, hicieron un curso de costura industrial y ahora están listas para iniciar su propio proyecto. Están solas, son mamás y muchas fueron víctimas de violencia de género.

El frente de la casa de la fundación Mediapila, en una zona apartada de Villa Crespo, la diferencia del resto. Mujeres que se sostienen y se apoyan entre ellas en un graffiti en la pared. Se trata de un ejemplo de sororidad en acción.

Mediapila no nació ahí. Hace 14 años, un grupo de amigos y amigas empezó a ir a un comedor en Juan B. Justo y Corrientes para ayudar. Pero la idea no era solamente asistir en lo urgente, sino dejar una huella, una capacidad en cada mujer que pasara por allí. Por eso, surgió la idea de la costura: llevaron máquinas y enseñaron el oficio.

De los inicios en una primera casa en el Bajo Flores, al presente en esta en la calle Remedios de Escalada al 500, la fundación creció considerablemente.

"Siendo mujer y pobre es difícil emprender, de modo que hacemos talleres de emprendedurismo: costos, producción, comercialización. No se trata solo de hacer un producto, sino de fortalecer la autoestima".
Mariana Mémoli es directora social de Mediapila hace dos años. "Trabajamos por la inclusión laboral de mujeres vulnerables económica y socialmente: no tienen recursos, tienen trabajos precarios, unas horas en casas, venden verduras, vienen en barrios con necesidades insatisfechas de la ciudad de Buenos Aires", dice.

"Para nosotras es muy natural tener un capital social: una hermana, amiga o mamá a la que le dejamos los chicos. Pero muchas de las mujeres de Mediapila son migrantes y están completamente solas, con hijos a cargo. Eso reduce muchísimo sus posibilidades de trabajar. La fundación las acompaña, no solamente en la formación en un oficio, sino con un espacio de encuentro", agrega.

En la fundación hay desayunos y meriendas, donde las mujeres se relacionan acompañadas por profesionales del área social: psicólogas, sociólogas, coachs. Se da una transformación, el desarrollo de la autoestima y otras habilidades, la generación del capital social que les falta, una red de contención que les permite crecer.

El requisito para ser aceptadas en un taller no es haber sido víctima de violencia de género, pero según Mariana, haber atravesado esa situación es un denominador común .

Las mujeres de Mediapila les recomiendan a otras la fundación, aunque también hay derivaciones institucionales. "Nos funciona mucho el boca en boca. Y cuando egresan, algunas dicen que fue la primera vez que se sintieron personas, que las miraron a los ojos. Es curioso porque ese es el trato que toda mujer debería recibir, en cualquier lado", reflexiona Mariana.

Hay talleres de costura familiar en Villa Lugano, Villa Soldati y la 1.11.14. Son emprendimientos socioproductivos acompañados por una dupla formada por una profesional del área pedagógica, que se ocupa de la parte técnica, y otra del área social. "Siendo mujer y pobre es difícil emprender, de modo que hacemos talleres de emprendedurismo: costos, producción, comercialización. No se trata solo de hacer un producto, sino de fortalecer la autoestima" continúa.

Detrás de la casa, hay un galpón donde se alinean las máquinas industriales. Las chicas trabajan en dos turnos, en el aprendizaje, en una línea de remeras propia y en otros encargos.

Alicia Gervasio fue primero alumna y ahora es profesora. Le está enseñando a Sofía Moscoso cómo coser el cuello de una camisa que ella armó. Sofi era vendedora ambulante, hasta que no le permitieron trabajar más en la calle. "Empecé a buscar otra forma de ganarme la vida, y me vi en la obligación de capacitarme para subsistir. Mandé un mail y me llamaron para entrevistarme. Estos dos años pasaron volando", recuerda. Quiere volver a vender en la calle, pero en una feria itinerante. "No es difícil aprender. Lo peor es perderle el miedo a la máquina, hay que tenerle respeto", se ríe.

Natalia Pantoja, además de capacitarse en costura, hizo un taller de marroquinería con otra ONG. Ahora, muestra orgullosa sus creaciones (entre ellas una mochila roja con un dispositivo antirrobo) y fantasea con su propia marca. Siente que el éxito está al alcance de sus manos: ya compró varias de las maquinarias específicas para montar su propio taller.

Ana Aguirre tiene trabajo por ahora, cuida a una anciana enferma. "Mientras tanto estoy estudiando algo útil, a ver si me independizo", explica. Está por terminar su carrera de costurera industrial en Villa Crespo: se la ve entrenándose en pegado de interiores de bolsillos de pantalones en una máquina overlock. Planea fundar un emprendimiento con su hija.

"La idea es que se puedan sostener, aún en este contexto, que les pone muchas limitaciones. Nosotras les acercamos oportunidades. Una sección de nuestra página web la dedicamos a visibilizar los productos de las emprendedores, así se abren al mercado global ", precisa Mémoli.

Pisos y retazos

Otra de las iniciativas de Mediapila asocia a la fundación con una empresa nacional. Fernanda Manuel es gerenta de Organización, Personas y Sustentabilidad de Arredo, una cadena de blanquerías que tiene una política de inclusión. La relación con Mediapila data de hace algunos años. "Al principio, las chicas venían a buscar retazos de tela para practicar. El vínculo empezó a crecer y pensamos qué más podíamos hacer juntas". El resultado fue un proyecto: un programa de empoderamiento económico para que las egresadas del curso de costura puedan ser proveedoras.

Tuvieron que encarar nuevos aprendizajes y la empresa puso a su disposición a la jefa de producción, que les enseñó cómo abaratar costos. "Por ejemplo, ellas cortaban de a dos piezas por vez, y lo indicado es superponer varias para cortar y ahorrar tiempo. Les enseñamos cómo se compone un precio, como se hace un presupuesto. Ahora, estamos a punto de lanzar una línea de productos en nuestra cadena, por ahora sólo en los locales insignia", anuncia Fernanda.

Cada una de las 14 mujeres involucradas en el programa incrementó su ingreso entre un 40 y un 74%. "Son mujeres que el día de mañana pueden convertirse en proveedoras de cualquier otra empresa", apunta la gerenta de la empesa, mientras admira los delantales, los almohadones con bolsillos, los mantelitos y portacuadernos con frases inspiradoras.

"Se podría decir que 14 es poco, pero esperamos que esto crezca y que otras firmas sigan el ejemplo. Hay una metáfora, la del "piso pegajoso": la madre muy joven, con hijos a cargo, que invierte alta cantidad de horas en el cuidado, a la que se le hace muy difícil salir de su casa. Por eso, este programa es ideal, tiene un impacto real", se complace.

 

 

 

Fte: - CLARIN
Redacción / Edición: Libralato Romina
publicación: 20 de noviembre de 2019- car
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